Las campanas del evangelio

Predicaciones, enseñanzas, consejos y estudios para que tengas un vigoroso creciemiento espiritual

• La fuente de la gracia 
• Salvado solamente por la gracia 
• Haciendo obrar hacia afuera 
• Gracia para los pecadores 
• La ley y la gracia 
• Gracia para vivir 
• Gracia para servir 
• Las campanas del evangelio
• Que es ser un hijo de Dios
• Salvación

EN Baltimore, hace unos pocos años, celebramos varias reuniones para hombres. Yo soy muy aficionado a este himno; y nosotros dejábamos al coro cantar el estribillo una y otra vez, hasta que todos pudieran cantarlo. "¡Oh, palabra de las palabras la más dulce, Oh, palabra en donde allí descanso Toda promesa, todo cumplimiento,
Y fin del misterio! Dolido o gozoso, Con duda o terror cercanos, Oigo el "¡Venid!" de Jesús,
Y a Su cruz yo vuelo.

¡Venid! ¡oh, Venid a mí!
¡Venid! ¡oh, Venid a mí!
Cansados abrumados,
¡Venid! ¡oh, Venid a mí!

"¡Oh alma! ¿porqué vagas tú
De un Amigo tan amoroso?
Aférrate más cerca, más cerca de Él,
Permanece con Él hasta el fin
¡Ay! Yo estoy tan desvalido,
Tan lleno de pecado;
Porque yo estoy siempre vagando,
Y regresando de nuevo.

"Oh, cada vez atráeme más cerca,
Que pronto el "¡Venid!" pueda ser
Nada sino un tierno susurro
Para uno cerca, cerca de Ti;
Entonces, sobre el mar y la montaña,
Lejos , o cerca de mi hogar,

Yo tomaré tu mano y te seguiré,
Y a aquel dulce susurro, "¡Venid!"
Había un hombre en uno de las reuniones que había sido llevado allí contra su voluntad; él había venido por alguna influencia personal ejercida sobre él. Cuando llegó a la reunión, estaban cantando el estribillo de este himno:

"¡Venid! ¡Venid! ¡Venid!"
Él dijo después que pensaba que nunca antes en su vida vio a tantos necios juntos. La idea de varios hombres estando de pie allí y cantando, "¡Venid! ¡Venid! ¡Venid!" Cuando él regresaba a su casa no podía sacar esta pequeña palabra de su cabeza; ésta seguía volviendo todo el tiempo. Él entró en un bar, y pidió un poco de whisky, pensando ahogarla. Pero no pudo; todavía seguía volviendo. Él entró a otro bar, y bebió un poco más de whisky pero las palabras siguieron repiqueteando en sus oídos: "¡Venid! ¡Venid! ¡Venid!" Él se dijo a sí mismo, "¡Qué necio soy por dejarme atormentar de esta manera!" Él fue a un tercer bar; tomó otro vaso, y
finalmente llegó a casa. Se fue a la cama, pero no podía dormir; parecía como si la misma almohada siguiera susurrando la palabra, "¡Venid! ¡Venid!" Él comenzó a enfadarse consigo mismo: "¡Qué necio fui por ir a esa reunión!" Cuando se levantó tomó el pequeño himnario, encontró el himno, y lo leyó de nuevo. "¡Qué tontería!" dijo; "la idea de un hombre racional siendo inquietado por ese himno". Él quemó el himnario; pero no podía quemar la pequeña
palabra "¡Venid!". "El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán" (Mateo 24:35).
Él declaró que nunca iría a otra de las reuniones; pero a la noche siguiente volvió. Cuando llegó allí, es extraño decir, estaban cantando el mismo himno. "Ahí está ese miserable viejo himno de nuevo", él dijo; "¡qué necio soy por venir!" Yo le digo, cuando el Espíritu de Dios se aferra a un hombre, éste hace muchas cosas que no pensaba hacer. Para hacer una larga historia corta, aquel hombre se levantó en una reunión de nuevos convertidos, y contó la historia que yo le he contado ahora a usted. Sacando el pequeño himnario -porque él
había comprado otra copia- y abriéndolo en este himno, dijo: "Yo pienso que este himno es el más dulce y el mejor del idioma inglés. Dios lo bendijo para la salvación de mi alma". Y sin embargo este himno era el mismo que él había despreciado.
Quiero tomar esta pequeña palabra "¡Venid!" A veces las personas se olvidan del texto de un sermón; pero este texto será lo bastante breve para que cualquiera lo recuerde. Permítame repicar una armonía de campanas del Evangelio cada una de las cuales dice "¡Venid!" La primera campana que yo tocaré es, ¡VENID Y OÍD! "Inclinad vuestros oídos, y VENID a mí; OÍD, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David" (Isaías 55:3). "Inclinad vuestros oídos", dice Dios. Usted alguna vez habrá visto a un hombre que es un poco sordo, y que no puede captar cada palabra, poner su mano arriba en su oreja e inclinarse hacia adelante. Yo a veces he visto a un hombre poner ambas manos en sus orejas, como si él estuviera decidido a captar cada palabra. Me gusta ver eso. Esta es la figura que usa el profeta cuando dice en el nombre de Dios, "Inclinad vuestros oídos". El hombre perdió la vida espiritual y la comunión con su Hacedor por escuchar la voz del tentador, en lugar de la voz de Dios. Nosotros conseguimos de nuevo la vida por escuchar la voz de Dios. La Palabra de Dios da
vida. "Las palabras que yo os he hablado", dice Cristo, "son espíritu y son vida" (Juan 6:63). Entonces, lo que las personas necesitan es inclinar sus oídos, y OÍR. Es una gran cosa cuando el predicador del Evangelio consigue el oído de una congregación -yo quiero decir el oído interior. Porque un hombre no sólo tiene dos oídos en su cabeza; él también tiene lo que podemos llamar el oído exterior, y el oído interior -el oído del alma. Usted puede hablar al oído exterior, y no alcanzar el oído del alma en absoluto. Muchos por estos días son como el "pueblo necio" de quien el profeta Jeremías dijo: "Que tienen ojos y no ven, que tienen oídos y no oyen" (Jeremías 5:21). Hay muchos en cada congregación cuya atención no puedo conseguir durante cinco minutos seguidos. Casi cualquier pequeña cosa desviará sus mentes. Nosotros necesitamos poner atención a las palabras del Señor: "El que tiene oídos para oír, oiga" (Marcos 4:9). Usted recuerda cuando Pedro fue enviado a Cornelio, fue a hablarle palabras con las cuales él y su casa iban a ser salvados. Si usted va a ser salvado, ello debe ser por escuchar a la Palabra de Dios. Aquí está la promesa: "Oíd, y vivirá vuestra alma" (Isaías 55:3). Había un arquitecto en Chicago que se convirtió. Al dar su testimonio, dijo que había tenido el hábito de asistir a la iglesia durante muchos años, pero él no podía decir que había realmente oído un sermón todo ese tiempo.
Él dijo que cuando el ministro daba el texto y comenzaba a predicar, él acostumbraba a ponerse en la esquina del banco y elaboraba los proyectos de algunos edificios. Él no podría decir cuántos proyectos había preparado mientras el ministro estaba predicando. Él era el arquitecto de una o dos compañías; y hacía toda su planificación de esa manera. Usted ve, Satanás se interpuso entre él y el predicador, y arrebata la buena semilla de la Palabra. He predicado muchas veces a las personas, y he quedado completamente asombrado al encontrar que ellas difícilmente podían decir una sola palabra del sermón; incluso el texto había sido completamente perdido por ellos. Un hombre de color dijo una vez que muchos de su congregación se perderían porque eran demasiado generosos. Él vio que las personas parecían bastante sorprendidas; entonces dijo, "Quizás ustedes piensan que he cometido un error; y que debí haber dicho que ustedes se perderán porque no son suficientemente generosos. No es así; yo quise decir exactamente lo que dije. Ustedes regalan demasiados sermones. Ustedes los oyen,
como si fueran, para otras personas". Así hay muchos ahora oyéndome quienes están escuchando para aquellos detrás de ellos: ellos dicen que el mensaje es uno muy bueno para el vecino fulano; y lo pasan encima de sus
hombros, hasta que llega a irse por la puerta. Usted se ríe; pero sabe que es así. ¡Escuche! "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida" (Juan 5:24). La próxima nota en este repicar de campanas que deseo hacer sonar es: ¡VEN Y VE!
Para ilustrar el método de la salvación, la escritura no sólo usa el oído, además usa el ojo. Cuando un hombre oye y ve una cosa, la recuerda dos veces más que si él sólo la oyera. Usted recuerda lo que Felipe le dijo a Natanael: "Felipe halló a Natanael, y dícele: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Y díjole Natanael: ¿De Nazaret puede haber algo de bueno? Dícele Felipe: Ven y ve" (Juan 1:45-46). Felipe fue un sabio ganador de almas. Él llevó a su amigo a Cristo. Natanael tuvo una entrevista con el hijo de Dios; él se volvió Su discípulo y nunca lo dejó. Si Felipe hubiera seguido
discutiendo el asunto con él, y hubiera intentado demostrar que alguna cosa buena podía venir de Nazaret, Natanael podría no haber sido un discípulo jamás. De todas manera, no ganamos mucho por una discusión. Sólo permita a los que se oponen o a los que preguntan conseguir una entrevista personal con el Hijo de Dios; eso dispersará todas sus tinieblas, todos sus prejuicios, y toda su incredulidad. En el momento en que Felipe tuvo éxito en llevar a Natanael a Cristo, el trabajo estuvo
completo. Así le decimos a usted, "¡Ven y ve!" Yo pensé, cuando me convertí, que mis amigos habían sido muy desleales conmigo, porque no me habían hablado acerca de Cristo. Pensaba que yo tendría a todos mis amigos convertidos dentro de veinticuatro horas; y fui completamente decepcionado cuando ellos no vieron a Cristo enseguida como el lirio de los valles, y la rosa de Sarón, y la estrella resplandeciente de la mañana. Me pregunté por que era eso. Sin dudas muchos de los que ahora me oyen han tenido esa experiencia; usted pensaba cuando vio a Cristo en toda Su belleza que podría hacer que sus amigos pronto lo vieran con los
mismos ojos. Pero nosotros necesitamos aprender que sólo Dios puede hacerlo. Si hay un escéptico oyéndome ahora, yo quiero decir que una entrevista personal con el Hijo de Dios desvanecerá toda su infidelidad y ateísmo. Una noche, en la sala de consultas, encontré a la esposa de un ateo que fue traído a Dios en una de nuestras reuniones. Ella se convirtió al mismo tiempo. Ella trajo dos de sus hijas a la reunión, deseando que ellas también conocieran a Cristo. Yo dije a la madre: "¿Cómo está con su escepticismo ahora?" "Oh", dijo ella,
"éste se ha ido totalmente". Cuando Cristo entra en el corazón, el ateísmo debe salir; si un hombre sólo viniera y echara una mirada confiada y amorosa al Salvador, no habrá ningún deseo de dejarlo de nuevo. Un señor estaba caminando por una calle en Baltimore, hace unos años. Era el tiempo cercano a Navidad, y muchas de las ventanas de las tiendas estaban llenas con regalos de Navidad, juguetes, etc. Como este caballero pasaba vio a tres muchachas pequeñas que estaban de pie delante de una ventana de una tienda, y oyó a dos de
ellas intentando describir a la tercera las cosas que habían en la ventana. Esto despertó su atención, y se preguntaba que podría significar. Él regresó, y encontró en el medio a una ciega -ella nunca había sido capaz de ver- y a dos hermanas que estaban intentando decirle como lucían las cosas. El caballero permaneció al lado de ellas durante algún tiempo, y escuchó; él dijo que era muy interesante oírlas intentar describir los diferentes artículos a la niña ciega -ellas encontraron que ésta era una difícil tarea. Como él me dijo, yo me dije, "Esa es
exactamente mi situación al tratar de contar a otros hombres acerca de Cristo: Yo puedo hablar sobre Él; y todavía ellos no ver belleza en Él para que puedan desearlo. Pero si sólo vinieran a Él, Él abriría sus ojos y se revelaría a ellos en todo Su encanto y gracia". Mirándolo desde el exterior, no había mucha belleza en el Tabernáculo que Moisés construyó en el desierto. Estaba revestido por fuera con pieles de tejones -y no había mucha belleza en ellas. Si usted pasara al interior, entonces descubriría la belleza de las cubiertas. Así el pecador no ve belleza en Cristo hasta que viene a Él entonces él puede verla.

Usted ha mirado las ventanas de una gran iglesia construidas a costa de muchos miles de dólares. Desde el exterior ellas no parecen muy bonitas; pero vaya adentro, cuando los rayos del sol están impactando en el vidrio de color, y usted comienza a entender lo que otros le han dicho de su magnificencia. Así es cuando usted entra en contacto personal con Cristo; usted lo descubre como el verdadero Amigo que necesita. Por lo tanto
extendemos a todos la dulce invitación del Evangelio "¡Ven y ve!" Permítame hacer sonar ahora la tercera campana: ¡VENID Y BEBED! "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino y leche" (Isaías 55:1). Si usted viene y bebe de esta fuente, Cristo dice que usted nunca tendrá sed de nuevo. Él ha prometido apagar su sed. "Si alguno tiene sed", Él dice, "venga a mí y beba" (Juan 7:37).

Agradezco a Dios por aquellas palabras: "Si alguno". Estas no significan solamente unas pocas personas respetables seleccionadas; incluye a todos -a cada borrachín, a cada ramera, a cada ladrón, a cada fariseo hipócrita.
"Si alguno tiene sed". ¡Cómo está sediento este mundo por algo que lo satisfaga! ¿Qué llena los lugares de entretenimiento -los salones de danza, los conciertos, y los teatros, noche tras noche? Los hombres y mujeres están sedientos por algo que no han conseguido. En el momento que un hombre se pone de espaldas a Dios, él empieza a tener sed; y esa sed nunca se apagará hasta que regrese a "la fuente de agua viva" (Jeremías 17:13). Como el profeta Jeremías nos dice, nosotros hemos dejado la fuente de agua viva, y cavado para nosotros cisternas, cisternas rotas que no pueden retener agua. Hay una sed que este mundo nunca puede apagar: cuanto más bebemos de sus placeres, más sedientos nos volvemos. Clamamos por más y más; y todo el tiempo somos arrastrados más y más bajo. Pero hay "un manantial abierto para la casa de David . . . para el pecado y la inmundicia" (Zacarías 13:1). Permítanme urgirles a beber y a vivir.

Recuerdo después de una de las grandes batallas en la guerra que nosotros estábamos bajando el río Tennessee con una compañía de hombres heridos, [N. de T.: el autor se refiere a la guerra civil de los Estados Unidos]. Era en la primavera del año, y el agua no estaba clara. Usted sabe que el lamento de un hombre herido es: "¡Agua! ¡agua!" sobre todo en un país caluroso. Recuerdo haber cargado un vaso del agua barrosa para uno de estos hombres. Aunque él estaba muy sediento, sólo bebió un poco de ella. Me devolvió el vaso, y luego de eso, dijo, "¡Oh por un trago de agua del pozo de mi padre!" ¿Hay algún sediento aquí? Venga y beba de la fuente abierta en Cristo; su anhelo será satisfecho, y usted nunca tendrá sed de nuevo. Esta agua será en usted "una fuente de agua que salte para vida eterna" (Juan 4:14). El agua sube hasta su propio nivel; y como esta agua ha bajado desde el trono de Dios, ella nos llevará hasta la presencia de Dios. ¡Vengan, oh ustedes sedientos, agáchense y beban, y vivan! Todos ustedes están invitados: ¡venid! Cuando Moisés tomó su vara y golpeó la dura roca en el desierto, de allí surgió una corriente de pura agua cristalina que fluyó hacia esa seca y árida tierra. Todo lo que los pobres sedientos israelitas tenían que hacer era inclinarse y beber. Ésta era gratuita para todos. Así la gracia de Dios es gratuita para todos. Dios lo invita a venir y tomarla: ¿vendrá usted?
Recuerdo estando en una ciudad grande donde noté que las personas acudían a un pozo preferido en uno de los parques. Un día le dije a un hombre, "¿El pozo nunca se seca?" El hombre estaba bebiendo del agua del pozo: y cuando dejó de beber, restregó sus labios con su mano, y dijo: "Ellos nunca han podido bombearlo hasta secarlo todavía. Lo probaron hace unos años. Pusieron la bomba para incendios a trabajar, e intentaron todo lo que pudieron para secar el pozo; pero encontraron que había un río fluyendo justo debajo de la ciudad". ¡Gracias a
Dios, el pozo de la salvación nunca se seca, aunque los santos de Dios han estado bebiendo de él durante seis mil años! Abel, Enoc, Noé, Abraham, Moisés, Elías, los Apóstoles -todos han bebido de él; y ellos están ahora allá arriba, donde están bebiendo del arroyo que fluye del trono de Dios. "Ellos no tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apocalipsis
7:16-17). Permítame hacer sonar otra campana del Evangelio:

¡VENID Y COMED!

Mi hermano, mi hermana, ¿está usted hambriento? Entonces venga y coma. Algunas personas tienen temor de ser convertidos, porque piensan que no permanecerán firmes. El Sr. Rainsford dijo una vez, "Si el Señor nos da la vida eterna, Él seguramente nos dará todo lo que es necesario para sostenerla". Él no sólo da vida; sino que también nos da el pan diario para alimentar esa vida.

Después de que el Salvador había subido de entre los muertos, Él no había aparecido a Sus discípulos durante algunos días. Pedro dijo a los otros, "voy a pescar" (Juan 21:3). Siete de ellos partieron en sus barcos. Ellos se esforzaron toda la noche pero no atraparon nada. En la mañana al amanecer, vieron a un Extraño en la orilla.

Éste se dirigió a ellos y dijo, "Hijos, ¿tenéis algo de comer?" (Juan 21:5). Ellos le respondieron que no tenían. "Echad la red a la mano derecha del barco, y hallaréis" (Juan 21:6). Puedo imaginar lo que ellos se dijeron,
"¿Qué bien puede hacer eso? Hemos estado pescando aquí toda la noche, y no obtuvimos nada ¡Qué idea creer que habrían peces en un lado del barco, y no en el otro!" Sin embargo, obedecieron a la orden; y tuvieron una carga tal que no había espacio para los peces en el barco. Entonces uno de ellos dijo, "es el Señor" (Juan 21:7). Cuando Pedro oyó eso, simplemente saltó al mar, y nadó hacia la orilla: y los otros llevaron el barco a tierra. Cuando llegaron a la orilla el Maestro dijo, "Venid y comed" (Juan 21:12). Que comida debe haber sido esa. Allí estaba el Señor de Gloria alimentando a Sus discípulos. Si Él pudo poner una mesa para Su pueblo en el desierto, y alimentó a tres millones de Israelitas durante cuarenta años, ¿no puede Él darnos nuestro pan diario? Yo quiero decir no sólo el pan que perece; sino el Pan que viene de arriba. ¡Si Él alimenta las aves del cielo, ciertamente Él alimentará a Sus hijos hechos a Su propia imagen! Si Él cuenta los mismos cabellos de nuestra cabeza, Él tendrá cuidado para suplir todas nuestras necesidades temporales.
No sólo eso: Él nos dará el Pan de Vida para la nutrición del alma -la vida de la que el mundo nada conoce- si nosotros queremos ir a Él. "Yo soy el Pan de Vida" (Juan 6:35), dice Él. Cuando nos alimentamos de Él a través de la fe, obtenemos fuerza. Dejemos descansar nuestros pensamientos sobre Él; y Él nos alzará sobre nosotros mismos, y sobre el mundo, y satisfará nuestros máximos deseos. Otra campana del Evangelio es:

¡VENID Y DESCANSAD!

Estimado amigo, ¿no necesita usted el descanso? Actualmente hay una inquietud en todo el mundo. Los hombres están suspirando y pugnando por el descanso. El clamor del mundo es, "¿Dónde puede ser encontrado
descanso?" El hombre rico de quien leemos en la parábola, derribó sus graneros, para poder construirlos más grandes; y dijo a su alma, "repósate" (Lucas 12:19). Él pensaba que iba a encontrar descanso en las riquezas; pero fue decepcionado. Esa noche su alma fue llamada. No; no hay descanso en las riquezas o el placer. Otros creen que tendrán éxito ahogando sus tristezas y problemas complaciéndose en la bebida; pero eso sólo los aumentarán. "No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos" (Isaías 48:22): ellos son como el mar en tempestad que no puede estar quieto. A veces hablamos del océano como estando tan calmado como un mar de vidrio; pero el mar nunca está quieto: y aquí tenemos un cuadro fiel del hombre y la mujer impíos. Oh alma cansada, oye la dulce voz que viene sonando a través de los tiempos: "Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, que yo les daré DESCANSO" (Mateo 11:28). ¡Gracias a Dios, Él no lo vende! Si Él lo hiciera, algunos de nosotros somos tan pobres que no lo podríamos comprar; pero todos podemos tomar un regalo. Ese muchacho pequeño de allí sabe como tomar un regalo; aquel hombre de edad, viviendo en tiempo prestado, y casi al borde del otro mundo, sabe como tomar un regalo. El regalo que Jesús quiere dar es descanso: Descanso durante este tiempo, y descanso por la eternidad. Cada alma cansada puede tener este descanso si quiere. Pero usted debe venir a Cristo y obtenerlo. En ninguna otra parte puede encontrarse este descanso. Si usted va por el mundo con sus cuidados, sus problemas, y sus ansiedades, todo lo que puede hacer
es poner otros más encima de ellos. El mundo es un lugar pobre para buscar simpatía. Como alguno dijo: "Si usted arroja sus cargas en cualquier parte pero no en Cristo, ellas regresarán a usted con más peso que antes. Láncelas en Cristo; y Él las llevará por usted".
Aquí está otra campana:

¡VENID Y RAZONEMOS!

Quizás haya algunos escépticos leyendo esto. Ellos son propensos a decirnos, "Venid y razonemos". Pero yo quiero atraer su atención a los versículos que están antes de éste en el primer capítulo de Isaías. El problema con muchos escépticos es este: ellos toman una frase de la Escritura aquí y allí sin referencia con el contexto. Permítanos ver lo que dice este pasaje: "Cuando extendiereis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos: asimismo cuando multiplicareis la oración, yo no oiré: llenas están de sangre vuestras manos. Lavad, limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de ante mis ojos; dejad de hacer lo malo: Aprended a hacer bien: buscad juicio, restituid al agraviado, oíd en derecho al huérfano, amparad a la viuda" (Isaías 1:15-17).
Luego tenemos la graciosa invitación, "Venid luego, dirá Jehová, y razonemos juntos" (Isaías 1:18). ¿Piensa usted que Dios va a razonar con un hombre cuyas manos están empapadas con sangre, y antes de que él pida perdón y misericordia? ¿Razonará Dios con un hombre que vive en rebelión contra Él? No. Pero si nosotros nos volvemos y confesamos nuestro pecado, entonces Él estará a cuenta con nosotros, y nos perdonará. "Aunque vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18). Pero si un hombre persiste en su rebelión contra Dios, no hay ninguna invitación a él para venir y razonar, y recibir perdón. Si he sido condenado justamente a morir por la ley del Estado, y estoy esperando la ejecución de mi sentencia, no estoy en una posición de razonar con el gobernador. Si él decide enviarme un perdón gratuito, la primera cosa que yo tengo que hacer es aceptarlo; entonces él puede permitirme entrar en su presencia. Pero nosotros debemos tener presente que Dios está por encima de nuestra razón. Cuando el hombre cayó, su razón se pervirtió; y él no estaba en posición de razonar con Dios. "El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina" (Juan 7:17). Debemos estar gustosos a abandonar nuestros pecados. "Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar" (Isaías 55:7). En el momento que un hombre está gustoso de separarse de sus pecados, Dios se acerca a él en gracia y le ofrece paz y perdón. La próxima campana que me gustaría tocar es:

¡VENID A LA BODA!

"He aquí, mi comida he preparado: . . . todo está listo: venid a las bodas" (Mateo 22:4). ¿Quién no se sentiría altamente honrado si fuera invitado a alguna fina residencia, a la boda de uno de los miembros de la familia del Presidente? Yo puedo imaginar que usted se sentiría bastante orgulloso por recibir una invitación semejante. Usted querría que todos sus amigos lo conocieran. Probablemente usted nunca pueda conseguir una invitación semejante. Pero yo tengo aquí una invitación
mucho más grande que aquella para usted. No puedo hablar por otros; pero si conozco mi propio corazón, yo preferiría ser desgarrado en pedazos esta noche, miembro a miembro, y morir en la esperanza gloriosa de estar en la boda y cena del Cordero, antes que vivir en este mundo mil años y finalmente faltar a esa cita. "Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero" (Apocalipsis 19:9). Sería una cosa terrible para
cualquiera de nosotros ver a Abraham, Isaac, y Jacob tomando su lugaren el reino de Dios, y nosotros ser dejados fuera. Éste no es ningún mito, mis amigos; es una invitación real. Cada hombre y mujer es invitado. Todas las cosas ya están listas. La fiesta ha sido preparada a un gran costo. Usted puede despreciar la gracia, y el regalo de Dios; pero usted debe tener presente que a Dios le costó mucho antes de que Él pudiera proveer esta fiesta. Cuando Él dio a Cristo Él dio la joya más rica que tenía el cielo. Y ahora Él envía la invitación. Él ordena a Sus sirvientes ir a los caminos, y vallados, y callejuelas, y compelerlos a entrar, para que Su casa pueda estar llena. ¿Quién vendrá? ¿Usted dice que no está preparado para venir? Si el Presidente lo invitara a la Casa Blanca, y la invitación dijera que usted debe venir así como está; y si el centinela en la puerta lo detuviera porque no lleva un traje de etiqueta, qué haría usted? ¿No le mostraría el documento firmado con el nombre del Presidente?
Entonces él se pondría a un lado y le permitiría pasar. Así, mi amigo, si usted puede mostrarme que es un pecador, yo puedo mostrarle que usted es invitado a esta fiesta del Evangelio -a esta boda del Cordero.
Permítame tocar otra campana en este repicar del Evangelio:

"¡VENID, HEREDAD EL REINO!"

"Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mateo 25:34). ¡Un reino! ¡Piense en eso! ¡Piense en un hombre pobre en este mundo, luchando con la pobreza y la necesidad, invitado a llegar a ser poseedor de un reino! No es ninguna ficción; éste se describe como "una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni marchitarse, reservada en los cielos para nosotros que somos guardados en la virtud de Dios por fe, para alcanzar la salud que está preparada para ser manifestada en el postrimero tiempo" (1 Pedro 1:4-5). Nosotros somos llamados a ser reyes y sacerdotes: ése es un alto llamado. ¡Ciertamente ninguno que me oye se propone perder ese reino! Cristo dijo, "Buscad primero el Reino de Dios" (Mateo 6:33). Aquellos que lo heredan no saldrán más afuera. Todavía otra campana:

¡SUBID ACÁ!

En el Apocalipsis encontramos que los dos testigos fueron llamados arriba al cielo cuando su testimonio terminó. Así si nosotros somos fieles en el servicio de nuestro Rey, luego oiremos una voz diciendo, "¡Subid acá!" (Apocalipsis 11:12). Va a haber una separación un día. El hombre que ha estado persiguiendo a su piadosa esposa algún día no la encontrará. Ese borrachín que pega a sus niños porque ellos han sido enseñados en el camino del Reino de Dios, los perderá algún día. Ellos serán sacados de la oscuridad, y lejos de la persecución, arriba en la presencia de Dios. Cuando la voz de Dios diciendo, "Venid hijitos" sea oída, llamando a Sus hijos al hogar, habrá un gran júbilo. Ese glorioso día amanecerá pronto. "Levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca" (Lucas 21:28). Una campana más para completar la armonía: "EL QUE

QUIERA, ¡VENGA!"

Ésta es la última vez que la palabra "Ven" aparece en la Biblia; y ella aparece allí más de mil novecientas veces. La encontramos mucho antes en Génesis, "Ven, tú y toda tu casa, entrad en el arca" (Génesis 6:18); y prosigue sin cesar a través de la Escritura. Los profetas, apóstoles, y predicadores, han estado repicándola a través de las edades. Ahora el registro está a punto de ser cerrado, y Cristo le dice a Juan que ponga una invitación más. Después de que el Señor había estado en la gloria por aproximadamente sesenta años, quizás Él vio a algún pobre hombre tropezando en una de las palabras de los apóstoles sobre la doctrina de elección, [N. de T.: Se sobreentiende que mal interpretándola]. Entonces Él vino a Juan en Patmos, y Juan estaba en el Espíritu en el Día de Señor. Cristo dijo a Su discípulo, "Escribe estas cosas a las Iglesias" (Apocalipsis 1:11).

Yo puedo imaginar la pluma de Juan moviéndose muy fácil y muy rápidamente ese día; porque la mano de su Señor estaba sobre él. El Maestro le dijo, "Antes de cerrar el Libro, pon una invitación más; y hazla tan amplia para que todos sepan que están incluidos, y que ni uno solo pueda sentirse dejado afuera". Juan empezó a escribir: "El Espíritu y la Esposa dicen: Ven" (Apocalipsis 22:17)

,es decir, el Espíritu y la Iglesia; "Y el que oye, diga: ¡Ven!" Si usted ha oído y recibido el mensaje, páselo a aquellos cerca suyo; su religión no es una cosa muy real si no afecta a algún otro. Tenemos que librarnos de esta idea de que el mundo va a ser alcanzado exclusivamente por ministros. Todos aquellos que han bebido de la copa de la salvación deben pasarla a su alrededor.

"El que tiene sed, venga" (Apocalipsis 21:17). Pero hay también sordos que no pueden oír; otros no están suficientemente sedientos o piensan que no lo están. He visto a hombres después de nuestras reuniones con dos ríos de lágrimas corriendo por sus mejillas; y ellos no obstante decían que el problema con ellos era que no estaban suficientemente ansiosos. Ellos estaban ansiosos de estar ansiosos. Probablemente Cristo vio que los hombres dirían que no se sentían sedientos; entonces Él dijo al apóstol que hiciera la invitación todavía más amplia. Así que la última invitación dejada a un mundo sediento es ésta: "EL QUE QUIERE, TOME DEL AGUA DE LA VIDA GRATUITAMENTE" (Apocalipsis 21:17).

Gracias a Dios para esas palabras "¡el que quiere!" ¿Quién vendrá y la tomará? Esa es la pregunta. Usted tiene el poder para aceptar o para rechazar la invitación. Una vez un hombre en una reunión fue lo suficientemente sincero para decir "yo no quiero". Si estuviera en mi poder traería ahora a todo este público a tomar una decisión, ya sea a favor o en contra. Espero que muchos leyendo estas palabras ahora digan, "¡yo quiero!" Si Dios dice que podemos, todos los demonios en el infierno no pueden detenernos. Todos los escépticos en el mundo no pueden desviarnos. Ese muchacho pequeño, aquella muchacha pequeña, puede decir, "¡yo quiero!" Si fuera necesario, Dios enviaría abajo una legión de ángeles para ayudarle; pero Él le ha dado el poder, y usted puede aceptar a Cristo en este mismo minuto si usted es realmente sincero.

Permítame decirle que es la cosa más fácil en el mundo llegar a ser un cristiano, y también la más difícil. Usted dirá: "Esa es una contradicción, una paradoja". Ilustraré lo que quiero decir. Un pequeño sobrino mío en Chicago, hace algunos años, tomó mi Biblia y la echó al suelo. Su madre dijo, "Charlie, recoge la Biblia del tío". El hombrecillo dijo que no lo haría. "¿Charlie, sabes lo que esa palabra significa?" Ella descubrió enseguida lo que él hizo, y que él no iba a recoger el Libro. Su voluntad se manifestó directamente contra la voluntad de su madre. Empecé a estar realmente interesado en el forcejeo; yo sabía que si ella no quebrantaba su voluntad, él algún día quebrantaría su corazón. Ella repitió, "Charlie, ve y recoge la Biblia del tío, y ponla en la mesa". El pequeño dijo que no podía hacerlo. "Yo te castigaré si no lo haces". Él vio una mirada extraña en los ojos de ella, y el asunto empezó a ponerse serio. Él no quería ser castigado, y sabía que su madre lo castigaría si no alzaba la Biblia. Entonces enderezó cada hueso y músculo en él, y dijo que no podía hacerlo. Yo realmente creo que el hombrecillo se había convencido en la creencia de que no podía hacerlo. Su madre sabía que él se estaba engañando a sí mismo; entonces ella lo llevó al grano directamente. Por fin él se agachó, puso sus brazos alrededor del Libro, y lo arrastró; pero él todavía decía que no podía hacerlo. La verdad era que no quería. Él se levantó de nuevo sin alzarlo. La madre dijo, "Charlie, no voy a hablar más contigo. Este asunto tiene que resolverse; recoge ese Libro, o te castigaré". Por fin ella quebrantó su voluntad, y entonces él encontró esto tan fácil como lo es para mí girar mi mano. Recogió la Biblia, y la puso sobre la mesa. Así es con el pecador; si usted está realmente gustoso de tomar el Agua de Vida, USTED PUEDE HACERLO.

"Yo oí la voz de Jesús decir,
'Ven hacia Mí, y descansa;
Reposa, tú cansado, reposa,
Tu cabeza sobre Mi pecho.'
Yo vine a Jesús como estaba:
Cansado, y desgastado, y triste;
encontré en Él un lugar de descanso,
Y Él me ha hecho feliz.

Oí la voz de Jesús decir,
'Mirad, yo doy gratuitamente
El agua de vida al sediento,
Agachaos, y bebed, y vivid.'
Yo vine a Jesús, y bebí
De aquella fuente de vida:
Mi sed fue apagada, mi alma revivida,
Y ahora yo vivo en Él.
"Oí la voz de Jesús decir,
'Yo soy la Luz de este mundo de oscuridad:
Mira a Mí, tu amanecer nacerá,
Y todo tu día brillará.'
Miré a Jesús, y he encontrado
En Él mi Estrella, mi Sol;
Y en esa Luz de vida yo caminaré
Hasta que mis días de viajero hayan terminado."
Dr. H. Bonar

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