¿Con quién me casaré?
A un lado el muchacho, al otro lado la chica, y en el centro Jesucristo, abrazando y
uniendo a los dos.
¿Quieres un noviazgo y un futuro matrimonio feliz?
Aprende de memoria el texto de Gálatas 2.20 y aplícalo a tu vida:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo
vive en mí, y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."
Cuando el hombre y la mujer pueden decir : "Con Cristo estamos crucificados", han
dado el primer paso para desterrar el egoísmo, que a través de la historia es el mal que
ha causado más problemas en las familias. Habrán dado también un paso vital hacia la
respuesta de la pregunta: "¿Con quién me casaré?".
Cuando el Señor Jesús es la tercera persona que compone el triángulo perfecto en la
pareja, el amor divino empieza a inundar los corazones. Pero cuando Jesucristo no
ocupa el centro, el egoísmo se impone y predominan las pasiones carnales y turbias, las
relaciones con nerviosismo y la inseguridad. Por ello debemos tener en mente las
palabras que Dios pusiera en boca del apóstol San Pablo:
"El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio
del Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5.5).
Ese amor divino que llena nuestro ser, hace que nos amemos de manera sobrenatural.
Hay que reconocer que el amor del que por lo general se habla en películas y libros
románticos corrientes, es un amor enteramente pasional. Pero este amor divino, el amor
que produce verdadera unidad de corazones, es un amor sobrenatural.
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